La crisis aprieta y ahoga. Y más en ciertos
sectores como, por ejemplo, el de la construcción y toda su ‘industria
auxiliar’. La enésima prueba se registró ayer en el Ayuntamiento de Burgos.
Hasta 33 veces. Ocurrió a cuenta de que expiraba el plazo abierto para recibir
ofertas al concurso para adjudicar la redacción del proyecto que permita
reconvertir la vieja estación, en la que no para un tren desde diciembre de
2008 y que es de la ciudad desde hace más de un año, en centro de ocio
infantil y juvenil.
Llegada la hora, el concejal Fernando Gómez,
delegado por el alcalde, Javier Lacalle, para tutorizar este proyecto, supo que
el jurado al que debe convocar en las próximas semanas tendrá que ver nada
menos que 33 propuestas, que podrían ser más si algún estudio ha utilizado
cauces que no sean el registro directo en dependencias municipales para
presentar su oferta.
Además, y a pesar de que el procedimiento elegido impide ver quiénes están detrás de los proyectos hasta que no se abran los sobres con las ofertas, es muy probable que entre los aspirantes figure algún arquitecto de primer nivel que, al menos, se interesó por el proyecto.
También ha habido cambios en
cuanto al dinero que el Ayuntamiento tiene previsto invertir en la terminal.
Hace años se habló de 4,5 millones; el Colegio de Arquitectos recomendó no
hacerlo por menos de 3 y el último tope se ha situado en 2,3, un itinerario
menguante pese a que se trata de un inmueble protegido, ubicado en primera
línea de bulevar y que tiene garantizados fondos europeos por el 70% de la obra.
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