sábado, 21 de abril de 2012

Álava recupera 18 'joyas' de su patrimonio, muy afectadas por la humedad y los hongos

Una obra de arte puede permanecer años oculta, desechada en un desván o enterrada bajo un muro hasta que, por casualidad, alguien un buen día se la encuentra, da parte, se comprueba su valor y el taller de restauraciones la recupera para el presente y el futuro. Suena a fábula, pero no lo es. Como prueba, dos ejemplos: la imagen de San Pablo, de la iglesia de San Miguel de Vitoria y la Andra-Mari del pueblo ayalés de Aguíñiga.
 
Estas dos esculturas, que yacían en el olvido, han recuperado su lustre gracias al buen hacer de las especialistas -casi todas son mujeres- del servicio foral de Restauraciones o de las empresas que la Diputación subcontrata porque su taller no da abasto. De la escultura de San Pablo no se tenía noticia pero estaba ahí, escondida en un armario, debajo del fuelle del órgano de la iglesia que preside la principal plaza de Vitoria. «Le falta la espada y el mechón de pelo que le caía sobre la frente, pero el resto está muy bien. Es una imagen muy manierista. Ha sido un gran hallazgo», dice Cristina Aransay. Como prueba de que es así, la jefa del servicio foral de Restauraciones da la vuelta al santo para mostrar que la imagen sonrosada es, en realidad, un tronco de árbol que talló un artista anónimo un buen día del siglo XVIII. «Nunca se ha expuesto, así que ahora irá al museo de Arte Sacro porque se trata de una pieza descontextualizada».

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